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Mostrando entradas de enero, 2011

PATO O ÁGUILA

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Pato o águila tu decides... Rodrigo estaba haciendo fila para poder ir al aeropuerto. Cuando un taxista se acercó, lo primero que notó fue que el taxi estaba limpio y brillante. El chofer bien vestido con una camisa blanca, corbata negra y pantalones negros muy bien planchados, el taxista salio del auto dio la vuelta y le abrió la puerta trasera del taxi. Le alcanzó un cartón plastificado y le dijo: yo soy Willy, su chofer. Mientras pongo su maleta en el portaequipaje me gustaría que lea mi Misión. Después de sentarse, Rodrigo leyó la tarjeta: Misión de Willy: “Hacer llegar a mis clientes a su destino final de la manera mas rápida, segura y económica posible brindándole un ambiente amigable” Rodrigo quedo impactado. Especialmente cuando se dio cuenta que el interior del taxi estaba igual que el exterior, ¡¡limpio sin una mancha!! Mientras se acomodaba detrás del volante Willy le dijo, “Le gustaría un café? Tengo unos termos con café regular y descafeinado”. Rodrigo bromeando le dijo: “

EL MISTERIO DE LOS CHICLAYANOS

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Los que han vivido en Chiclayo lo comprenden. Saludos Chiclayanos. Una vez alguien le pidió a la gran compositora Chabuca Granda muy conocedora del pueblo chiclayano y de sus costumbres y con un gran cariño por Chiclayo, que hablara de los chiclayanos pero con visión imparcial y con toda pasión. Esto fue lo que dijo: 'Los chiclayanos están entre vosotros, pero no son como vosotros. No intentéis conocerlos, porque su alma vive en el mundo impenetrable de la dualidad. Los chiclayanos beben en una misma copa la alegría y la amargura. Hacen música de su llanto y se ríen de la música de otro; toman en serio los chistes y de todo lo serio hacen bromas. Ellos mismos no se conocen. Creen en la interpretación de los sueños, en Freud y el horóscopo chino, visitan al médico y también al curandero todo al mismo tiempo. Tratan a Dios como \El gran cholo\' y se mofan de los ritos religiosos, aunque los alcaldes no se pierden un Tedeum en la Catedral. No renuncian a sus ilusiones ni aprenden